martes, 29 de abril de 2008

El claustro


Tamborileo los dedos sobre la mesa de madera tratando de recordar dónde estoy y por qué estoy aquí.

La silla es de madera y creo que el suelo también; me agacho: sí, también. Tamborileo.

¿Será la pared? Me levanto y camino despacio con las manos extendidas, tanteando: sí, también. Vuelvo cauteloso hasta la silla y me siento. Tamborileo.

¿Habrá puerta? ¿Será de madera? Recorro completas dos de las paredes y a mitad de la tercera encuentro la puerta: sí es. Busco mi silla con cuidado. Tamborileo.

¿Dónde estoy? ¿Por qué estoy aquí? Tamborileo.

Regreso a la puerta y la abro; la luz me deslumbra pero me acostumbro poco a poco. Al fin puedo ver: ¡claro, ya recuerdo! Cierro y vuelvo despacio a mi silla. Tamborileo...tamborileo.