martes, 17 de febrero de 2009

Fraude mágico

Le presté mi billete de veinte, mismo que desapareció en sus manos. Unos cuantos pases mágicos acompañados de las tradicionales palabras incoherentes, y ante mis ojos asombrados apareció un billete de cincuenta donde debía estar el de veinte. Me lo entregó y siguió su camino muy contento; yo me quedé ahí parado, mirando el billete. Verifiqué su autenticidad y comencé a preguntarme dónde estaría el truco; me di por vencido, no lo pude descubrir. Saqué la cartera para guardar mi nuevo billete de cincuenta y al abrirla encontré el de veinte donde debía estar uno de cien.

domingo, 8 de febrero de 2009

Ausencia




Cuando fui a verlo en su lecho de muerte, mi padre agonizante no me reconocía, después de que todos le explicamos quién era yo me invitó a sentarme junto a él.

Se disculpó diciendo, - No te conozco, no sé quién eres, ¿sabes tú quién soy yo?
-Mi padre,- le respondí.
-No, ¿quién soy en realidad?

Me explicó que no nos conocíamos porque cuando yo nací, fue la primera y última vez que estuvimos juntos. Entonces hice memoria y no pude recordar un solo momento junto a mi padre.

-¿Por qué? Ésta es tu casa, aquí has vivido siempre.
-No, nunca viví aquí en realidad.
-¿Tenías otra familia?
-No tengo nada.
-¿Nos abandonaste?
-Tal vez, pero sin intención.

Me contó la historia de lo que sucedió, o lo que a él le parece que sucedió, y que en todo caso, explica perfectamente su ausencia en casa y en mis recuerdos.


Nací en la madrugada del día en que mi padre entraba a su nuevo empleo. Me contó que barriendo los andenes ya había juntado un montoncito de tierra y basura cuando llegó un tren. Se detuvo con su mechudo esperando a que terminara de pasar la gente y cuidando que no patearan su montoncito. Para cuando toda esa gente terminó de pasar ya había llegado otro tren. Mi padre se quedó ahí, cuidando su montoncito, detenido, sin poder hacer nada más, toda su vida, hasta que un día enfermó y lo trajeron de nuevo a casa.

sábado, 17 de enero de 2009

El triunfador


Tengo vocación de fracasado, toda mi juventud intenté serlo pero finalmente, al igual que muchos otros, cedí a la presión social y renuncié a mi verdadera vocación en favor de la seguridad económica y familiar. Pero ahora que mi esposa murió y mis hijas están lejos, nada evitará que sea lo que siempre he querido ser.