martes, 30 de enero de 2007

Érase una vez...

Érase una vez un hombre que después de algún tiempo, no mucho, ya no lo era más.


lunes, 29 de enero de 2007

Paso redoblado


(Carta a mi primo Monchis en respuesta a una anécdota que él me escribió acerca de ciertos personajes extraños que encontró en Brucelas)

Queridísimo y nunca bien ponderado primo Monchis (a poco no se oye mejor esto que "Lic. Fulano de Tal):


Con tu fantástica historia del príncipe Valiente, has dado pie a que te cuente una historia algo más fantástica, se trata de un descubrimiento que hice acerca de ciertos individuos que deambulan en esta comosalidadecuentosdehadas Ciudad de México.


Comencé a observarlos con interés cuando uno en particular llamó mi atención. Marchaba con paso redoblado, cantaba el himno nacional y antes de cruzar cualquier calle se detenía en firmes y saludaba en alto. Después me enteré que la última vez que tuvo un pensamiento cuerdo fue en 1860, y que luchó en la guerra contra Francia, donde servía al ejército mexicano en una división especial y secreta. (A poco no empieza a ponerse interesante).

Tras mucho observarlos me di cuenta de que estos hombres y estas mujeres harapientas están rodeados de un aura de misticismo.


Paseaba a la Tacuba por el parque cuando nos encontramos con uno de ellos. Mi perra comenzó a ladrar frenética, yo trataba de calmarla y alejarla de ahí a jalones, y el buen hombre, con toda tranquilidad, comenzó a murmurar y a buscar algo entre el revoltijo de trapos que llevaba encima a modo de vestido. Después me enteré que la Tacuba tuvo suerte, y quizá yo también de que no encontrara lo que estaba buscando. Te doy un par de pistas: buscaba una vara de cristal. El cristal es un poderoso componente. (A poco no ya se puso interesante)

El Fester caminaba rumbo a la parada del micro cuando vio venir a uno de ellos, él también vio al Fester y sus miradas se encontraron y se reconocieron. Al Fester se le erizaron los pelos y ambos bajaron la mirada de inmediato. Al mismo tiempo ambos volvieron a echar un vistazo poco antes de cruzarse, sus miradas se encontraron y se reconocieron y las bajaron otra vez, pasaron de largo: el Fester, delgado, 1.76, pantalón de mezclilla negro, sudadera negra, mochila a la espalda, manos en los bolsillos, cabello largo, negro y ensortijado, barba de candado. El otro Fester, delgado, 1.76, pantalón de mezclilla harapiento, gabardina harapienta, manos en los bolsillos, cabello largo, gris y ensortijado, barba abundante y desarreglada. Algunos pasos después de cruzarse ambos miraron atrás, sus miradas se encontraron y se reconocieron, volvieron al frente de inmediato.


En la esquina hay un negocio de marcos y de pasada venden obras de pintores y dibujantes desconocidos. Hay un pintor en especial que se dedica a dibujar al carbón hombres de los que te hablo. Los hace greñudos, pelones, viejos, otros no tanto e incluso algunos parecen jóvenes. Pero todos tienen en la mirada algo que me trajo a la mente una idea descabellada pero tan nítida, real y lógica que no dejaba lugar a dudas. Como el Fester es mi amigo, y el otro Fester lo reconoció, supuse que a mí también me reconocería y comencé a buscarlo. Lo encontré, Monchis, lo encontré, me reconoció y obviamente sabía que lo estaba buscando y que lo encontraría.

Esto es lo que ahora sé y que quizá tú ya sospechas: Hechiceros, algunos de ellos milenarios, el poder de la magia y los hechizos que guardan en sus cabezas ha hecho añicos sus mentes y sus recuerdos, y no deja espacio para nada más que alguna idea vaga de quiénes fueron.

viernes, 26 de enero de 2007

Sex is the answer




El domingo fue la primera comunión de mi primo Carlitos, hijo de mi tío Neto, el sensei de Paco y mío. Llegamos temprano y tomamos nuestro lugar en la iglesia, es franciscana, muy bonita, hecha con piedra y muy bien cuidada. Los frailes franciscanos no cobran por los servicios, la gente da lo que quiere, puedes darles cinco pesos, los aceptan agradecidos y te hacen las cinco misas semanales de rosario para un difunto, de todos modos, está en San Ángel y la gente se apoquina suficientemente bien para que la iglesia se vea re-bonita tú. Ya adentro y sentado, hice conciencia de dos cosas: de que faltaba como media hora para que empezara la misa y de que no había desayunado, así que me levanté y me salí a buscar algo para metérmelo por la cara. Encontré lo necesario para un desayuno de campeón: coca-cola y doritos nachos. Iba muy emperifollado por orden expresa de Talia, con pantalones de vestir, guayabera de manta, y un suéter verde precioso. Al tratar de meterme un dorito en la boca con la misma mano con la que sostenía la coca, porque la otra mano la tenía ocupada sosteniendo el méndigo suéter, que con ese calor, más bien era un bulto estorboso, rájale, que se me chorrea la coca en la guayabera a la altura del pecho. Traté de secarme con el suéter, casi funcionaba, pero al final de la operación, rájale, que se me vuelve a chorrear la coca esta vez en la panza, oye, las latas de coca-cola son más difíciles de manipular de lo que parecen; al fin logré acabarme los doritos y la coca, me puse el bulto encima para disimular un poco y volver a la iglesia, ya estaba llena, Talia no me apartó el lugar porque llegaron unas viejititititas a querer sentarse, ni modo de decirles que no. Me aventé el servicio de pie, excepto, claro, en las partes en que uno debe hincarse, como aquélla en que el padre dice: "Éste es el cuerpo de Cristo", y uno responde (he de confesarte que siempre lo hago con lágrimas en los ojos), "Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme". Una, sólo una, sería suficiente. En fin, me sequé mis lagrimitas y seguí escuchando al franciscano que era alemán y hablaba como si fuera francés, neto, el acento alemán y el francés se parecen, aunque le pese a Paco Picho el Liro Liro. Habló de las fiestas, de lo admirados que somos los mexicanos en Alemania por nuestra capacidad de festejar, olvidar nuestros problemas y hacer fiestas, y comenzó a preguntarle a los niños qué se necesitaba para hacer una. Comida, dijo uno; pastel, dijo otro; invitados, dijo una niña muy perspicaz; comida, dijo otro niño distraído; coca-cola, música; y así se estuvo el fraile un rato, hasta que fue llegando al meollo del asunto: amor, para festejar se necesita amor, si no hay amor no hay nada que festejar, es una fiesta vacía y sin sentido. "Yo discrepo", me atreví a pensar, e inmediatamente me retracté, no discrepo, estoy de acuerdo, ¿qué celebras si no tienes amor? ¿Qué pretexto necesitas para festejar si lo tienes? Love is the answer, dice la canción, y dice bien, debo aceptarlo, aunque yo soy más de la idea de Woody Allen: "No sé cuál sea la pregunta, pero la respuesta definitivamente es sexo".