Camila y yo nos conocimos.
Ya vi a Camilia, la cargué, la acaricié y hablé con ella. Le dije que la amo, que amo a Talia y que Talia también la ama. Le hablé de toda la gente que la espera, que quiere conocerla y de cómo recibirá cariño por todas partes. Mientras le agarraba sus piecitos le dije que es hermosa, increíblemente pequeñita y perfecta, y ella sonrió. Quiso abrir sus ojos para verme, pero le ganaba el sueño. Entonces le hablé de las cosas hermosas que verá y escuchará, y las maravillas que Talia y yo le mostraremos, y ella acercó su cabecita hacia mi pecho. Al final le conté un fragmento del primer libro que leí y que me marcó para siempre.
“—Vete a ver las rosas;
comprenderás que la tuya es única en el mundo. Volverás a decirme adiós y yo te regalaré un secreto...
...Y volvió con el zorro.
—Adiós —le dijo.
—Adiós —dijo el zorro—. He aquí
mi secreto, que no puede ser más simple: sólo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es
invisible para los ojos.
—Lo esencial es invisible para los
ojos... —repitió el principito para acordarse.
—Lo que hace más importante a tu
rosa, es el tiempo que tú le has dedicado.
—Es el tiempo que yo le he
dedicado... —repitió el principito para recordarlo.
—Los hombres han olvidado esta verdad
—dijo el zorro—, pero tú no debes olvidarla. Eres responsable para siempre de lo que has
domesticado. Tú eres responsable de tu rosa.
—Yo soy responsable de mi rosa...
—repitió el principito a fin de recordarlo.”