Te
amo.
Qué molesto era que la llave quedara atascada en la chapa. La lucha
sacudía la puerta y marco y el departamento; no había maña que
valiera, giros, sacudidas, jalones; a veces cedía de inmediato, a
veces pensaba que ya no saldría. El humo de cigarro la besaba, la
televisión la saludaba y Luis le repetía desde dentro, sin la mínima intención de venir a ayudarla: “que ya te he dicho que
levantes la llave, la gires sólo un poco a la izquierda y sale”.
- El día que cambies la chapa –respondió ella alguna vez- me voy de la
casa. -Ahora que me paguen la cambio-, dijo Luis.
Tomó asiento junto a Luis, se descalzó y subió los pies a la mesa,
Luis seguía diciendo que eran lo que más le gustaba de ella; pero no volteó a verlos, hace mucho que nos los miraba, seguramente no notaba aún lo mucho que habían cambiado. Luis levantó el control
remoto y cambió al canal donde estaba el programa que a ella le
gustaba ver antes de dormir.
Yo también te amo.
Qué molesto era que la llave quedara atascada en la chapa; Helena
entablaba una lucha con la puerta que a veces parecía interminable. Él la dejaba luchar, y sin ninguna intención de levantarse a ayudarla, prendía otro cigarrillo. Subía el volumen porque
con el ruido del forcejeo no podía escuchar su programa favorito.
-Que ya te he dicho que levantes la llave, la gires sólo un poco a
la izquierda y sale.
Alguna vez Helena le respondió que el día que cambiara la chapa se
iría de la casa; a él no le quedó muy claro si quería o no que la
cambiara.
-Ahora que me paguen la cambio.
Helena tomó asiento junto a él y subió a la mesa sus pies que
tanto le gustaban. Helena querría ver su programa favorito así que él levantó el control remoto y cambió de canal.