El domingo fue la primera comunión de mi primo Carlitos, hijo de mi tío Neto, el sensei de Paco y mío. Llegamos temprano y tomamos nuestro lugar en la iglesia, es franciscana, muy bonita, hecha con piedra y muy bien cuidada. Los frailes franciscanos no cobran por los servicios, la gente da lo que quiere, puedes darles cinco pesos, los aceptan agradecidos y te hacen las cinco misas semanales de rosario para un difunto, de todos modos, está en San Ángel y la gente se apoquina suficientemente bien para que la iglesia se vea re-bonita tú. Ya adentro y sentado, hice conciencia de dos cosas: de que faltaba como media hora para que empezara la misa y de que no había desayunado, así que me levanté y me salí a buscar algo para metérmelo por la cara. Encontré lo necesario para un desayuno de campeón: coca-cola y doritos nachos. Iba muy emperifollado por orden expresa de Talia, con pantalones de vestir, guayabera de manta, y un suéter verde precioso. Al tratar de meterme un dorito en la boca con la misma mano con la que sostenía la coca, porque la otra mano la tenía ocupada sosteniendo el méndigo suéter, que con ese calor, más bien era un bulto estorboso, rájale, que se me chorrea la coca en la guayabera a la altura del pecho. Traté de secarme con el suéter, casi funcionaba, pero al final de la operación, rájale, que se me vuelve a chorrear la coca esta vez en la panza, oye, las latas de coca-cola son más difíciles de manipular de lo que parecen; al fin logré acabarme los doritos y la coca, me puse el bulto encima para disimular un poco y volver a la iglesia, ya estaba llena, Talia no me apartó el lugar porque llegaron unas viejititititas a querer sentarse, ni modo de decirles que no. Me aventé el servicio de pie, excepto, claro, en las partes en que uno debe hincarse, como aquélla en que el padre dice: "Éste es el cuerpo de Cristo", y uno responde (he de confesarte que siempre lo hago con lágrimas en los ojos), "Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme". Una, sólo una, sería suficiente. En fin, me sequé mis lagrimitas y seguí escuchando al franciscano que era alemán y hablaba como si fuera francés, neto, el acento alemán y el francés se parecen, aunque le pese a Paco Picho el Liro Liro. Habló de las fiestas, de lo admirados que somos los mexicanos en Alemania por nuestra capacidad de festejar, olvidar nuestros problemas y hacer fiestas, y comenzó a preguntarle a los niños qué se necesitaba para hacer una. Comida, dijo uno; pastel, dijo otro; invitados, dijo una niña muy perspicaz; comida, dijo otro niño distraído; coca-cola, música; y así se estuvo el fraile un rato, hasta que fue llegando al meollo del asunto: amor, para festejar se necesita amor, si no hay amor no hay nada que festejar, es una fiesta vacía y sin sentido. "Yo discrepo", me atreví a pensar, e inmediatamente me retracté, no discrepo, estoy de acuerdo, ¿qué celebras si no tienes amor? ¿Qué pretexto necesitas para festejar si lo tienes? Love is the answer, dice la canción, y dice bien, debo aceptarlo, aunque yo soy más de la idea de Woody Allen: "No sé cuál sea la pregunta, pero la respuesta definitivamente es sexo".
viernes, 26 de enero de 2007
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yeah!
ResponderEliminarpero ya sabes que no es la respuesta.. ja,
es la pregunta!
sí es la respuesta :]
De los Beatles: All you need is love.
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