lunes, 29 de enero de 2007

Paso redoblado


(Carta a mi primo Monchis en respuesta a una anécdota que él me escribió acerca de ciertos personajes extraños que encontró en Brucelas)

Queridísimo y nunca bien ponderado primo Monchis (a poco no se oye mejor esto que "Lic. Fulano de Tal):


Con tu fantástica historia del príncipe Valiente, has dado pie a que te cuente una historia algo más fantástica, se trata de un descubrimiento que hice acerca de ciertos individuos que deambulan en esta comosalidadecuentosdehadas Ciudad de México.


Comencé a observarlos con interés cuando uno en particular llamó mi atención. Marchaba con paso redoblado, cantaba el himno nacional y antes de cruzar cualquier calle se detenía en firmes y saludaba en alto. Después me enteré que la última vez que tuvo un pensamiento cuerdo fue en 1860, y que luchó en la guerra contra Francia, donde servía al ejército mexicano en una división especial y secreta. (A poco no empieza a ponerse interesante).

Tras mucho observarlos me di cuenta de que estos hombres y estas mujeres harapientas están rodeados de un aura de misticismo.


Paseaba a la Tacuba por el parque cuando nos encontramos con uno de ellos. Mi perra comenzó a ladrar frenética, yo trataba de calmarla y alejarla de ahí a jalones, y el buen hombre, con toda tranquilidad, comenzó a murmurar y a buscar algo entre el revoltijo de trapos que llevaba encima a modo de vestido. Después me enteré que la Tacuba tuvo suerte, y quizá yo también de que no encontrara lo que estaba buscando. Te doy un par de pistas: buscaba una vara de cristal. El cristal es un poderoso componente. (A poco no ya se puso interesante)

El Fester caminaba rumbo a la parada del micro cuando vio venir a uno de ellos, él también vio al Fester y sus miradas se encontraron y se reconocieron. Al Fester se le erizaron los pelos y ambos bajaron la mirada de inmediato. Al mismo tiempo ambos volvieron a echar un vistazo poco antes de cruzarse, sus miradas se encontraron y se reconocieron y las bajaron otra vez, pasaron de largo: el Fester, delgado, 1.76, pantalón de mezclilla negro, sudadera negra, mochila a la espalda, manos en los bolsillos, cabello largo, negro y ensortijado, barba de candado. El otro Fester, delgado, 1.76, pantalón de mezclilla harapiento, gabardina harapienta, manos en los bolsillos, cabello largo, gris y ensortijado, barba abundante y desarreglada. Algunos pasos después de cruzarse ambos miraron atrás, sus miradas se encontraron y se reconocieron, volvieron al frente de inmediato.


En la esquina hay un negocio de marcos y de pasada venden obras de pintores y dibujantes desconocidos. Hay un pintor en especial que se dedica a dibujar al carbón hombres de los que te hablo. Los hace greñudos, pelones, viejos, otros no tanto e incluso algunos parecen jóvenes. Pero todos tienen en la mirada algo que me trajo a la mente una idea descabellada pero tan nítida, real y lógica que no dejaba lugar a dudas. Como el Fester es mi amigo, y el otro Fester lo reconoció, supuse que a mí también me reconocería y comencé a buscarlo. Lo encontré, Monchis, lo encontré, me reconoció y obviamente sabía que lo estaba buscando y que lo encontraría.

Esto es lo que ahora sé y que quizá tú ya sospechas: Hechiceros, algunos de ellos milenarios, el poder de la magia y los hechizos que guardan en sus cabezas ha hecho añicos sus mentes y sus recuerdos, y no deja espacio para nada más que alguna idea vaga de quiénes fueron.

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